Tokyo, allá vamos
El pasado mes de Febrero, como el que no quiere la cosa, les comenté a mis amigos Raúl y Jose que los vuelos a Tokyo con la compañía Aeroflot de Rusia estaban bastante baratos. Para qué les dije nada, jaja. A los pocos días, y tras informarnos un poco de cómo era esta aerolínea, teníamos comprados los billetes y reservado un hotel en Tokio. Así comenzaba lo que sería nuestra segunda (bueno, para Jose iba a ser la tercera) visita al país nipón.
El día 10 de agosto, a eso de las 11 de la mañana nuestro avión aterrizaba en el aeropuerto de Narita, Tokio.
Tengo que decir que el vuelo en Aeroflot no estuvo nada mal, teniendo en cuenta la diferencia de precio con respecto a otras compañías aéreas que vuelan a Japón (más o menos entre un 35 y un 40% más barato). Vuelo Barcelona – Moscú de 4 horas y media y Moscú – Tokio de unas 10 horas. En total prácticamente 15 horas de vuelo que, naturalmente, se hacen pesadas, muy pesadas, pero que, al menos para mí, merecen la pena.
Skyliner a la capital
Lo primero que hicimos después de recoger nuestras maletas fue buscar la oficina del Skyliner, el tren que nos llevaría desde el aeropuerto hasta la estación de Ueno. Son unos 45 minutos de trayecto y el billete nos costó unos 2100 yenes con asiento reservado.
Al llegar a la Estación de Ueno cogimos la línea JR hasta la estación de Okachimachi, la más cercana a nuestro hotel. Era solo una parada y luego nos dimos cuenta que andando hay unos 3 ó 4 minutos desde Ueno a Okachimachi pero claro, eso no lo sabíamos.
Lo primero que notamos al salir a la calle fue el intenso calor que hacía. Un bochorno casi insoportable que nos duraría los 3 o 4 primeros días de nuestro viaje. Después se suavizó un poco la cosa.
El hotel
Nuestro hotel se encontraba a unos 10 minutos andando de la estación. No tardamos en encontrarlo gracias al mapa que llevábamos impreso de casa (siempre hay que ser precavido con estas cosas, jeje). Nos atendió una señora mayor muy amable que hablaba un poco de castellano. Nos dijo que en el hotel había muchos españoles alojados, cosa que pudimos constatar al poco rato de haber llegado.
Hay que decir que el hotel estaba bastante bien, con una muy buena relación calidad/precio. Nosotros habíamos cogido una habitación para compartirla entre los tres.
Consistía en un comedor tipo tatami con una mesa y tres sillas, un sofá de 3 plazas, televisión, nevera y un adorno que no sé bien como definirlo, parecía una fuente, pero no estoy muy seguro.
Luego teníamos la habitación con los 3 futones que, eso sí, hubiésemos dormido bien juntitos si no fuera porque por las noches sacábamos un futón al comedor. Mucho mejor así, sí señor ;). La pica del baño, el WC y la ducha estaba todo separado, lo cual nos venía muy bien para ahorrar tiempo.
Entre Ueno y Akihabara
Dejamos las cosas en el hotel y nos fuimos a dar una vuelta para “reconocer el terreno”. Y, ¡oh, sorpresa!, teníamos el barrio de Akihabara a tiro de piedra. No podíamos haber elegido mejor ubicación para el hotel, a 10 minutos andando de la estación de Ueno y a otros 10 minutos de Akihabara, justo a medio camino entre las dos. Sabíamos que estaban cerca pero no pensábamos que tanto. Perfecto.
Buscamos un sitio para comer y como no conocíamos muy bien la zona pues, claro, la elección no fue muy acertada. Era una cadena de restaurantes llamada Jonathan’s donde sirven hamburguesas y platos combinados. No comimos mal, pero ir a Japón y comer unos espaguetis a la carbonara pues… como que no, jeje.
Después de comer continuamos dando un paseo por Akihabara, estuvimos un rato en el Starbucks de la estación para aprovechar el wifi gratuito que teníamos al habernos registrado en la web de Starbucks Japón y luego fuimos desde la estación de Akihabara hasta la estación de Ueno siguiendo la vía. Es un camino lleno de
tiendas (nos sorprendió que hay unas cuantas de accesorios de golf) y restaurantes pequeños de comida japonesa.
Al llegar a la estación de Okachimachi la calle se convierte en una especie de mercado peatonal donde podemos encontrar desde tiendas de zapatillas deportivas hasta puestos de pescado. Todo siempre adornado con los típicos carteles luminosos que hay por todo Tokio. La verdad es que es una zona muy bonita y se pasa un buen rato mirando tiendas hasta llegar a la estación de Ueno.
El final del primer día
Una vez en Ueno nos dirigimos a un pub estilo Irlandés que hay dentro de la misma estación, el Stasium, y que ya habíamos visitado en algunas ocasiones en nuestro anterior viaje a Tokio en el 2009. Pero esta vez lo convertimos en una especie de punto y final diario, ya que allí ha sido donde hemos acabado prácticamente todos nuestros días en Tokio antes de ir al hotel a cenar. Es un sitio muy tranquilo, con buena música de ambiente y con el wifi de la estación gratuito. ¿Qué más se puede pedir? Vale, de acuerdo, no había camareras de buen ver, pero qué le vamos a hacer, jeje.
Después de estar allí un rato nos volvimos al hotel y de camino nos compramos algo de cena en uno de los muchos supermercados 24 horas que hay en Tokio. De hecho, solo al lado del Hotel teníamos 3, uno de cada cadena de las más importantes de Japón de este tipo de supermercados. Luego, ya en el hotel y después de una ducha nos comimos la cena y vimos un poco la tele, eso sí, en perfecto japonés, jaja. Y antes de ir a dormir preparamos el “planning” del día siguiente, que sería Harajuku y el parque Yoyogi. Pero eso ya lo dejo para el siguiente post.
Salu2.