Un «bailarín» llamado Gundam

   Como os comenté en la anterior entrega de Historias de unas vacaciones en Tokio después de comprobar las enormes colas que había para subir al edificio Fuji TV en Odaiba, nos dirigimos hasta el otro extremo del paso elevado, donde encontramos el Divercity Tokyo Plaza, uno de los mayores centros de ocio de Tokio. Aquí es donde pudimos ver el Gundam gigante, una figura de 18 metros de alto que representa al famoso personaje de anime. Situada en una de las entradas del Divercity nos ofreció su espectáculo particular, como hace a cada hora en punto.

Gundam Gigante de Odaiba

Después de ver “bailar” al Gundam gigante y de reírnos un poco de la exagerada reacción de los japoneses cuando el muñequito comienza a moverse volvimos al Aquacity a comer. Después de dar unas cuantas vueltas buscando alguna mesa libre en alguno de los muchos restaurantes de comida japonesa que había, cosa que fue imposible, elegimos una hamburguesería de estilo californiano, cuyos ventanales nos ofrecían una bonita vista de la bahía.

La noria del Palette Town

   Tras reposar un poquito la hamburguesa (bueno, en mi caso fue un perrito caliente) en el restaurante nos dirigimos hacia el Palette Town, otro centro de ocio presidido por una imponente noria, la Daikanransha, a la cual no dejamos pasar la oportunidad de subir. Las vistas desde lo alto de la Noria son sencillamente espectaculares, aunque, como nos había ocurrido anteriormente en el puente Rainbow, el tiempo no nos acompañaba para que las fotos salieran decentes. Es más, comenzaba a haber serias amenazas de lluvia.

Noria en el Palette Town de Odaiba
Vistas desde la Noria
Edificio Fuji TV al anochecer desde la Noria
Vistas desde la Noria

   Una vez que bajamos de la noria nos dimos una vuelta por dentro del Palette Town. Entramos a la sala recreativa que hay en la planta baja. No era el primero (ni sería el último) al que entramos, pero nunca dejas de sorprenderte cuando entras a cualquiera de los muchos salones recreativos de Tokio: por lo grandes que son (muchos son edificios de varias plantas), por la cantidad de máquinas a las que puedes jugar, por las características de las máquinas (de las más modernas, con juegos de ultimísima generación, a las más clásicas, que te traen muy buenos recuerdos de infancia cuando las ves)

y, sobre todo, por el nivel de juego que tienen los jugadores japoneses, que es altísimo. Nos entretuvimos un buen rato viendo bailar a algunas japonesas en una máquina por parejas, a otros tocando la batería, jugando a juegos que requieren de mucha habilidad y reflejos, etc. Es un verdadero espectáculo digno de ver, os lo aseguro. Nosotros no pudimos dejar pasar la oportunidad de jugar a una máquina de fútbol. Os preguntaréis: ¿Fifa? ¿Pro Evolution o Wining Eleven como lo llaman ellos? Frío, frío. Era una máquina de verdadero fútbol en la que tenías que chutar el balón en una portería dividida en 9 partes y tenías 10 chutes para apagar las luces de cada una de las partes. Nos divertimos un rato intentándolo. Y no lo conseguimos, aunque por poco.

Raúl jugando a la máquina de fútbol en el Palette Town
Máquinas recreativas OutRun 2 en el Palette Town

Venus Fort

A continuación fuimos al Starbucks que hay dentro del Palette Town y cuando salimos, bingo, llovía a mares. Todo el día cargado con el trípode para poder hacer fotos nocturnas del puente Rainbow y alrededores para, al llegar la noche, ponerse a llover. Es mi segundo viaje a Tokio y es la segunda vez que me quedo con las ganas de hacer fotografías nocturnas del puente Rainbow. La próxima vez será.

Como la lluvia era muy intensa lo que hicimos fue entrar al Venus Fort en el segundo piso del Palette Town, un bonito centro comercial de estilo veneciano con el techo simulando un cielo lleno de nubes.

Centro Comercial Venus Fort
Fuente en el Venus Fort

A la salida del Venus Fort la lluvia era mucho menos intensa, así que aprovechamos para intentar llegar hasta la estación de tren y volvernos al centro de la ciudad.

   Pero a los pocos minutos la lluvia nos dio una pequeña tregua, así que sacamos el trípode y aprovechamos para hacer una cuantas fotos de la noria iluminada. Al puente Rainbow no nos daba tiempo a llegar.

   Cogimos el tren de vuelta a Ueno, nos comimos una bola de crema en el Bears Papa´s Mille-Feuille, hicimos la parada protocolaria en el Stasium y nos fuimos a cenar al hotel y a preparar la salida del día siguiente: el Tokyo Dome y la Tokyo Station.

¡See you soon!

Fotografía nocturna de la noria

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