De camino al Tokyo Dome
Era nuestro cuarto día de viaje en Tokyo. Al salir a la calle después del desayuno pudimos comprobar que la sensación de calor, aún siendo bastante sofocante, no era ya tan desagradable como en los días anteriores. Por eso decidimos que era buena idea ir hasta la Tokyo Dome City dando un paseo en vez de hacerlo en transporte público. Además, tampoco estaba tan lejos de nuestro hotel y esa parte del distrito de Bunkyo aún no la habíamos visto.
El paseo fue de una media hora y lo más destacado que pudimos ver fue un pequeño templo situado en la misma calle de nuestro hotel, el Templo Reiun-ji, y un gran mosaico en la fachada de una universidad.
Un parque de atracciones en plena ciudad
La Tokyo Dome City es un complejo de ocio, bueno, es prácticamente un parque de atracciones, situado en el centro de la ciudad. La entrada es totalmente gratuita ya que no está delimitado por ningún tipo de vallas ni nada por el estilo y solo hay que pagar entrada para subirse a algunas atracciones como la noria o la montaña rusa.
Está presidido por el Tokyo Dome, el estadio de béisbol donde juegan los Giants de Tokyo, además de albergar conciertos de música y otros espectáculos, tanto deportivos como culturales. Es un estadio totalmente cubierto y en el cual también podemos encontrar el Hall of Fame y el Museo del Béisbol de Tokio.
De la montaña rusa, la Thunder Dolphin, lo que más impresiona es ver como hay un momento en que atraviesa una de las paredes del centro de spa Laqua, situado en la base de la atracción, y también como pasa por dentro del círculo de la noria, la Big-O.
La montaña rusa
Raúl y yo ya habíamos subido a la montaña rusa en el 2009 pero no pudimos resistir la tentación de repetir. Las entradas costaban 1.000 yenes, unos 7,70 € al cambio de ese momento, y se consiguen en unas máquinas expendedoras que hay a la entrada de la atracción, a la que se accede subiendo unas escaleras metálicas.
Una vez arriba nos esperaban unos 20 minutos de cola y, mientras esperábamos, nos dimos cuenta que éramos los únicos “forasteros” que iban a subirse a la atracción.
Cuando nos tocó el turno nos recibieron unas señoritas japonesas muy simpáticas que nos indicaron que dejáramos todas las pertinencias en unas taquillas que tienen habilitadas en la zona donde para el tren de la montaña rusa. Y los japoneses, cuando dicen “todas” es todas: tenía un paquete de pañuelos de papel en un bolsillo lateral del pantalón y cuando una de las chicas se dio cuenta me los hizo dejar también.
Una vez montados en el vagón todas las azafatas te saludan con la mano y hacen que tú también les saludes a ellas con la sonrisa típica de los japoneses, muy divertido todo.
En cuanto al viaje, pues lo típico en una montaña rusa: la primera bajada impresiona mucho, muchísimo, y luego estás todo el trayecto intentando que tu cuello no abandone tus hombros. La verdad es que se hace corto porque la velocidad a la que se mueve el tren es bastante alta.
Una vez bajamos de la montaña rusa y nos reencontramos con Jose aprovechamos para tomar un café en el Starbucks y hacer unas cuantas fotos a las atracciones de agua que había junto a éste.
El estadio de beisbol y la Shonen Jump
Nos dirigimos hacia la parte del estadio de béisbol donde encontramos unas largas colas para comprar entradas para algún evento. Fue curioso ver como la gente pegaba al suelo grandes cartulinas con algunas fotos o textos, suponemos que para guardarse el sitio en la cola cuando se ausentaban por algo.
Bajando unas escaleras encontramos un paseo flanqueado por unas largas fuentes de las que emanan una especie de cascadas y detrás de estas es donde encontramos los restaurantes y las tiendas, en su mayoría de souvenires y de figuras de manga y anime. La más grande y famosa es la Shonen Jump Shop.
Después de pasar un buen rato mirando y haciendo fotos en las tiendas nos fuimos hasta la estación de tren JR Suidobashi para llegar hasta la Tokyo Station, nuestra segunda visita del día. Pero esa ya es otra historia.
¡Hasta la próxima!